
Intimidad de los padres
Antes de la llegada del bebé
Nuestra vida sexual cambia en el momento en que decidimos intentar concebir o cuando descubrimos que un bebé ya está en camino (inesperadamente). El objetivo del sexo deja de ser solo el placer y pasa a ser, en el primer caso, la concepción. Cuando intentamos tener un bebé, el sexo suele volverse programado, lo que puede reducir la espontaneidad, pero también aportar más estabilidad y previsibilidad. Aquell@s a quienes no les gustan las sorpresas pueden sentirse más segur@s con esta rutina, mientras que quienes experimentan un aumento del deseo sexual con la espontaneidad pueden sentir aburrimiento o frustración.
Pero ¿qué pasa cuando el bebé ya se está desarrollando en el útero? ¿Qué sucede entonces con nuestra vida sexual? Pues depende (¡qué respuesta tan de psicóloga!). El deseo sexual de una persona embarazada no desaparece automáticamente. Al menos, no siempre. El vínculo es un elemento clave para sentir seguridad en una relación, y la intimidad comienza ahí. Solo cuando nos sentimos segur@s—tanto emocional como físicamente—nuestros niveles de estrés pueden reducirse lo suficiente como para permitirnos sentir placer (tanto sexual como no sexual).
El sexo durante el embarazo no está prohibido ni es peligroso (a menos que tu médic@ o matrona te hayan indicado lo contrario; si es así, pregúntales por otras formas seguras de mantener la intimidad). Puede ser placentero para ambas partes, aunque generalmente es diferente a como era antes. ¿Por qué? Porque el cuerpo está atravesando cambios intensos, lo que afecta su sensibilidad a los estímulos. Lo que antes generaba placer puede cambiar, al igual que lo que causa incomodidad—para ambas partes. Si algo se siente incómodo, incierto o extraño, es absolutamente necesario hablarlo—sin vergüenza, con calma y apertura. ¿Por qué? Porque la comunicación abierta, el escucharse mutuamente con la intención de entender y apoyar, es lo que nos permite sentirnos cómod@s y conectad@s.
A medida que avanza el embarazo, encontrar una posición cómoda puede volverse más complicado. Pero no olvidemos que el sexo no es solo penetración. Las caricias, los besos, el sexo oral, el contacto físico en general—todo esto también forma parte de la intimidad y puede ser igual o incluso más placentero. Y aquí entra en juego mi tema favorito: la comunicación. ¿No tienes ganas de algo? Dilo. ¿Tienes ganas de otra cosa? Dilo. ¿Quieres probar algo nuevo? Dilo. La otra persona no puede leer tu mente. Incluso si lo piensas con mucha intensidad, hasta que no lo expreses en voz alta, las probabilidades de que la otra persona lo adivine son bastante bajas.
Preparación para el parto
Las últimas semanas y días antes del parto es mejor que estén llenos de calma, intimidad, comodidad (en la medida de lo posible) y ternura. Esto puede ayudar al cuerpo a prepararse de forma natural para el parto e incluso, tal vez, favorecer un proceso de parto más fluido y fisiológico (esto no es un consejo médico; cada caso es diferente y me refiero aquí a embarazos sanos, sin complicaciones ni riesgos aumentados).
En esta etapa, la oxitocina, la llamada «hormona del amor», juega un papel clave. Es la responsable de los sentimientos de apego, vínculo y cercanía, pero también de la estimulación de las contracciones uterinas y del inicio del trabajo de parto. Sus niveles aumentan a través del contacto físico, los abrazos y el afecto. Al mismo tiempo, reducir el cortisol, la hormona del estrés, es crucial para un proceso de parto armonioso—cuanto menor sea el estrés, mayor será la posibilidad de que el cuerpo siga su propio ritmo natural de nacimiento.
¿Y qué pasa con el sexo después del parto?
El deseo de tener sexo puede volver rápidamente o desaparecer durante meses. En cualquier caso, las primeras 6-8 semanas son para descanso y recuperación. Respetemos el proceso por el que ha pasado el cuerpo durante nueve meses de embarazo y el parto, que dejan heridas visibles e invisibles que necesitan tiempo para sanar. ¿Es difícil esperar (para alguno de vosotros)? Habladlo entre vosotros—compartid lo que sentís en el momento adecuado, con conciencia de las emociones y el estado de la otra persona, especialmente la que está atravesando el posparto, pero no solo ella.
Después del parto, el cuerpo pasa por cambios hormonales intensos—una caída repentina de la progesterona y el estrógeno, un aumento de la prolactina (especialmente con la lactancia) y una privación severa del sueño, lo que afecta el estado de ánimo, los niveles de energía y el deseo sexual. El estrés de cuidar a un recién nacido—independientemente del método de alimentación—se suma a esto. Los cambios de humor, el agotamiento y la irritabilidad no son una exageración ni una reacción desmedida—son una respuesta natural del cuerpo. Este es un momento que requiere empatía, comprensión y apoyo.
¿Cómo encontrar tiempo para la intimidad cuando la vida gira en torno a pañales, la falta de sueño, el cuerpo dolorido, los altibajos emocionales y la falta de tiempo para un@ mism@? A veces es más fácil, y a veces parece imposible. Pero incluso mientras esperamos un «mejor momento», podemos seguir cuidándonos mutuamente con pequeños gestos: un beso de buenos días o buenas noches, un masaje de veinte segundos cuando el bebé está durmiendo, abrazarse dos minutos en la cama, una caricia en el brazo al cruzarse en la cocina. ¡El humor también tiene un poder enorme! Siempre y cuando ambas partes se rían.
¿Y el sexo? ¿Cómo tener sexo cuando el bebé duerme en la misma cama? ¿Cómo hacerlo cuando el niñ@ aparece de repente en la habitación? Si no hay tiempo para un encuentro sexual de A a Z, prueben con un encuentro de A a B. No siempre es necesario llegar al orgasmo. A veces, simplemente no hay condiciones para llegar tan lejos como nos gustaría. Pero incluso comenzar—aunque sean solo dos minutos de placer—puede convertirse en un reto divertido y excitante, aprovechando lo mejor de las circunstancias impredecibles de la vida.
¿Pero para qué hacer todo esto?
¿Qué diferencia hacen estos pequeños gestos? Una enorme. Nos ayudan a no olvidarnos un@ del otr@. Nos recuerdan el vínculo que tuvimos—y que seguimos teniendo—como pareja que se ama, y no solo como padres. Nos permiten mantener la cercanía y esa sensación de seguridad que es la base tanto de la intimidad emocional como de la intimidad física.
Así que no olvidéis esos besos de 1,5 segundos ni esos masajes de pies de veinte segundos. ¡Tienen más importancia de la que muchas veces imaginamos!Hacemos lo que podemos con las circunstancias que tenemos. Ni más, ni menos.